En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, la inclusión financiera digital se erige como un motor de transformación social y económica. Al digitalizar el acceso a productos financieros, es posible llevar oportunidades a quienes más lo necesitan y reducir las desigualdades históricas.
La inclusión financiera tradicional se entiende como el acceso y uso efectivo de productos y servicios formales, entre ellos cuentas de ahorro, tarjetas de crédito, microcréditos y seguros.
Sin embargo, cuando incorporamos lo digital, hablamos de la inclusión financiera digital, es decir, el uso de canales y medios digitales para ofrecer estos servicios de manera más barata, rápida y escalable.
Estos canales abarcan desde aplicaciones de banca móvil hasta redes de agentes corresponsales equipados con dispositivos portátiles y billeteras electrónicas, que permiten transacciones sin necesidad de una sucursal bancaria física.
A diferencia de las finanzas digitales generales, que buscan eficiencia para cualquier usuario, la inclusión financiera digital prioriza a quienes antes estaban excluidos o en la periferia del sistema formal, ampliando la cobertura y fomentando la equidad.
A pesar de los avances, la brecha sigue siendo significativa: alrededor de 1 400 millones de personas excluidas en todo el mundo no tienen acceso a servicios financieros formales.
Según Global Findex 2025, el 86 % de los adultos posee un teléfono móvil, pero todavía 1 300 millones carecen de una cuenta financiera.
En economías de ingresos bajos y medios, las cuentas de dinero móvil han impulsado un notable crecimiento: en 2024, el 40 % de los adultos ahorraba utilizando una cuenta, 16 puntos porcentuales más que en 2021.
Adicionalmente, el 61 % de los adultos en estas economías realizó o recibió pagos digitales, un aumento de 27 puntos desde 2014, y el 42 % pagó en comercios de forma digital.
Eventos como la pandemia de COVID-19 actuaron como aceleradores, destacando la urgencia de contar con canales digitales para pagos de emergencia, transferencias sociales y operaciones comerciales.
La inclusión financiera digital contribuye directamente al crecimiento del PIB al facilitar inversiones de hogares y pymes, reducir costos de transacción y mejorar la eficiencia de los sistemas financieros.
Además, favorece la reducción de la desigualdad de ingresos al brindar herramientas a poblaciones de bajos recursos para suavizar el consumo, ahorrar de forma segura y acceder a crédito.
El bienestar financiero de los usuarios se ve reforzado con herramientas de presupuesto, alertas automáticas y reportes personalizados que promueven hábitos de ahorro sostenibles.
El ecosistema de la inclusión financiera digital descansa sobre varias tecnologías complementarias.
Estas soluciones combinadas permiten un despliegue masivo y una personalización de servicios orientados a las necesidades de grupos específicos.
A pesar de los beneficios, existen obstáculos que limitan la adopción y el uso efectivo de estos servicios:
Abordar estos retos requiere un enfoque integral que combine tecnología, educación y regulación eficaz.
La formación de usuarios es una palanca importante para maximizar el impacto de la inclusión financiera digital.
Los programas deben cubrir desde la apertura y uso de billeteras hasta la gestión de presupuesto con aplicaciones, pasando por la identificación de fraudes y buenas prácticas de seguridad.
Iniciativas que combinan clases presenciales, tutoriales en línea y asistencia por chat han demostrado aumentar la adopción, reducir errores y fomentar la confianza de los usuarios.
Los gobiernos y reguladores desempeñan un papel clave al establecer marcos que promuevan la competencia, la transparencia y la protección al consumidor.
Principios de inclusión financiera digital responsable incluyen precios claros, canales de queja accesibles y límites de crédito prudentes para evitar sobreendeudamiento.
La interoperabilidad de sistemas de pago, regulaciones para agentes corresponsales y procesos KYC simplificados son fundamentales para un ecosistema cohesionado.
Además, la inversión en infraestructura de banda ancha, identidades digitales seguras y alianzas público-privadas ayudan a expandir la cobertura a zonas desatendidas.
En Kenia, M-Pesa revolucionó el mercado al permitir transferencias y pagos desde teléfonos básicos, beneficiando a millones de usuarios rurales.
En India, UPI (Unified Payments Interface) ha logrado interoperabilidad entre bancos y fintech, facilitando pagos instantáneos en comercios y transferencias P2P.
En América Latina, soluciones de billeteras digitales han crecido en países como Brasil y México, donde se integran con programas de asistencia social.
Hacia el futuro, se espera una mayor combinación de inteligencia artificial para servicios financieros personalizados, la expansión de DeFi y la tokenización de activos para ampliar la oferta a nuevos segmentos.
Para consolidar estos avances, es esencial promover la colaboración entre el sector público, privado y la sociedad civil, garantizando que la innovación vaya acompañada de inclusión, equidad y resiliencia.
De este modo, la inclusión financiera digital se consolida como un catalizador de desarrollo, capaz de transformar economías y mejorar la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo.
Referencias